Varios discursos que proceden de los defensores de los soportes tradicionales hablan de la escasa credibilidad que los medios digitales tienen con respecto a las revistas o publicaciones de reconocido prestigio que todavía sobreviven del soporte papel. La historia sobre la que hablamos hoy demuestra que no todo es absoluto y que cosas así tan evidentes, tampoco pueden ser tomadas muy en serio. El fin que nos ocupa es El precio de la verdad" (Shattered Glass) dirigida por Billy Ray.
Stephen Glass, es un reconocido periodista de finales del siglo XX. Trabaja en la revista New Republic, y, al principio de la película, aparece dando una interesante charla en un instituto. "El periodismo es el arte de captar comportamientos" dice entre otras muchas frases. Podemos descubrir a un reportero que escribe unos artículos de gran popularidad y que incluye unas apasionantes historias. En principio, esto conectaría con los atributos del periodismo: novedad, actualidad e interés general, porque al ser atractivo, Glass imprimía en sus textos anécdotas interesantes con las que construía una interpretación propia y una síntesis única. Al acabar el film estos dos conceptos se llenan de connotaciones negativas. Evidentemente, Glass había construído historias con una síntesis muy particular: ¡Todas ellas eran inventadas! El tan agraciado reportero había manchado el nombre y el prestigio de una de las revistas más importantes de Estados Unidos. El reportero, hoy en día, es un abogado.
Glass, entre otras muchas cosas defiende en aquel instituto que "el periodismo consiste en buscar la verdad, aunque haya que modificar la identidad para ello". Una cosa es modificar la identidad y otra cosa es inventarse la existencia de fuentes y de historias. Lo más curioso, fue el medio que se encargó de quitar esa mascara de gloria y éxito: un periódio digital sin valor alguno que empezaba entonces a escribir en Internet. Los periodistas de Forbes, en un contexto en que el periodismo digital era un fenómento flamente y que se desconocía por completo su rumbo, desarrollaron una intensa labor de investigación y descubrieron, en primer lugar, que Glass se había inventado las fuentes de su última publicación. Lo que en un principio parecía ser una simple equivocación se convirtió en lo que era en realidad: una farsa que acababa con la identidad del periodista y que dejaba una gran mancha en "The New Republic".
Cuando hablamos del papel de Forbes, hablamos de la importancia que los medios digitales pueden llegar a tener en este contexto de saturación de información. En alas de buscar la originalidad y de conseguir el éxito por encima de los compañeros de redacción, parece al fin y al cabo que no todo vale. El director, comienza en sus andanzas como una especie de trepa y aprovechado pero desempeña un papel crucial en la película, al replantearse quién era el bueno y el malo y qué era lo que realmente importaba.
En fin, si hay algo que no conoces es que que hay periodistas que pueden llegar a los extremos de inventarse las cosas cuando la pobreza de contenidos se adueña de su rutina diaria. Os dejo con el thriller de la película (en inglés)
Stephen Glass, es un reconocido periodista de finales del siglo XX. Trabaja en la revista New Republic, y, al principio de la película, aparece dando una interesante charla en un instituto. "El periodismo es el arte de captar comportamientos" dice entre otras muchas frases. Podemos descubrir a un reportero que escribe unos artículos de gran popularidad y que incluye unas apasionantes historias. En principio, esto conectaría con los atributos del periodismo: novedad, actualidad e interés general, porque al ser atractivo, Glass imprimía en sus textos anécdotas interesantes con las que construía una interpretación propia y una síntesis única. Al acabar el film estos dos conceptos se llenan de connotaciones negativas. Evidentemente, Glass había construído historias con una síntesis muy particular: ¡Todas ellas eran inventadas! El tan agraciado reportero había manchado el nombre y el prestigio de una de las revistas más importantes de Estados Unidos. El reportero, hoy en día, es un abogado.
Glass, entre otras muchas cosas defiende en aquel instituto que "el periodismo consiste en buscar la verdad, aunque haya que modificar la identidad para ello". Una cosa es modificar la identidad y otra cosa es inventarse la existencia de fuentes y de historias. Lo más curioso, fue el medio que se encargó de quitar esa mascara de gloria y éxito: un periódio digital sin valor alguno que empezaba entonces a escribir en Internet. Los periodistas de Forbes, en un contexto en que el periodismo digital era un fenómento flamente y que se desconocía por completo su rumbo, desarrollaron una intensa labor de investigación y descubrieron, en primer lugar, que Glass se había inventado las fuentes de su última publicación. Lo que en un principio parecía ser una simple equivocación se convirtió en lo que era en realidad: una farsa que acababa con la identidad del periodista y que dejaba una gran mancha en "The New Republic".
Cuando hablamos del papel de Forbes, hablamos de la importancia que los medios digitales pueden llegar a tener en este contexto de saturación de información. En alas de buscar la originalidad y de conseguir el éxito por encima de los compañeros de redacción, parece al fin y al cabo que no todo vale. El director, comienza en sus andanzas como una especie de trepa y aprovechado pero desempeña un papel crucial en la película, al replantearse quién era el bueno y el malo y qué era lo que realmente importaba.
En fin, si hay algo que no conoces es que que hay periodistas que pueden llegar a los extremos de inventarse las cosas cuando la pobreza de contenidos se adueña de su rutina diaria. Os dejo con el thriller de la película (en inglés)